La herencia
de bienes o derechos casi nunca implica desarrollo personal. La transformación positiva
del hombre se realiza, por lo general, poco a poco. En el plano psicológico, en
el área de las emociones, en las ideas, en las actitudes, en los comportamientos
y en la perspectiva de la vida en general goza de dos valoraciones: la
percepción de uno mismo y la de los demás.
Conjugar
ambas, seguramente, no es posible, tal vez, porque el resultado sea asimilable
a una frase que achaco a Unamuno respecto
a nuestra personalidad: “Uno es como se ve,
como nos ven los demás y como realmente somos”. No podemos dejar de ser
como somos genéticamente, sin embargo, el tesón, el esfuerzo, la voluntad y
otros factores de importancia capital, (la nutrición, la cultura, la costumbre,
etc.) influirán en nosotros de manera decisiva.
Nacer
en un sitio o en otro, en una u otra clase de sociedad, con tipos de familias
diversas, en la guerra o en la paz, en
un momento determinado, con el color o las creencias diferentes, por citar
algunos ejemplos, es sinónimo de desigualdad.
¿Podemos
otorgar a cada uno de los recién nacidos oportunidades similares?
(Me
ciño, por descontado, al primer mundo que es donde me encuentro y el que
conozco. El que marca los pasos del bienestar a los demás, al que, en su
mayoría, aspiran)
Resultará
difícil convencer a los progenitores que lo conseguido durante sus vidas (bienes
y riquezas), no cedido o enajenado, pasará, en el momento de sus muertes, a la
sociedad de la que lo tomaron. Sus hijos no tendrán ni activos ni pasivos con
qué quedarse, incapacitados por naturaleza (desde el nacimiento hasta la
mayoría de edad) y por ley posteriormente, para administrar la herencia. Ésta
será a lo sumo en los menores valores para paliar los costos de su desarrollo
y, después, un cobijo para quien no lo tenga, así como, en su caso, unos
derechos de autor, que estimulen la cultura y la ciencia.
Por
eso, la seguridad, la salud, la educación y la información no deberían ser
confiadas a manos privadas. Tampoco, por supuesto, las armas y el dinero.
Como
casi nada ha de prohibirse, menos aún, la libertad que es sinónima de la acción
independiente con respeto. Por tanto, no hemos de inclinarnos sólo por el
interés general y público, sino hemos de considerar igualmente los intereses
privados. Y como ambos pueden ser espurios mal que nos pese, ya que todo lo
dirigimos las personas (independientemente de políticos, empresarios, curas o
truhanes) cada siete años, por ejemplo, un grupo de expertos elegidos y voluntarios
en su cuarta parte, harán una revisión exhaustiva para enmendar, corregir e
innovar, en su caso, todas y cada una, en su conjunto, las materias apuntadas,
para que sean por igual impartidas en todos los lugares, tengan el color que
tengan. No supondrá de ningún modo cesión de soberanía por parte alguna, más
bien rentabilidad y ventajas para todas
ellas y, naturalmente, para los ciudadanos que en general son, al fin de cuenta,
los que importamos.
Tres
premisas (ya citadas en anteriores entradas para no extenderme) como ejemplo:
Los impuestos han de igualarnos a todas las personas físicas. El Banco Centra
Europeo ha de ser el regulador de todas las entidades de crédito de la Unión.
La herencia no es un derecho de nadie, ha de regularse. Y, mientras avanzamos,
que la Paz y el Amor nos unan.