domingo, 25 de marzo de 2012

MONARQUÍA Y RELIGIÓN

Existen voces que consideran males endémicos de nuestra sociedad a las Iglesias y a las Monarquías: dos instituciones de raigambre y tradición que aún perduran con privilegios distintos al resto de las entidades.
“Hasta que no se erradiquen de raíz, –aluden- difícilmente, la situación económica y moral de nuestra convivencia podrán arreglarse”.
Mucho me temo que exageran pero no están exentos de razón. Es inaceptable, por supuesto, que gocen de beneficios exclusivos en países democráticos. Eso ni es justo ni debería ser legal.
A través de la historia, se puede comprobar como ambas instituciones por sí o aunado  fuerzas se han arreglado para tener subyugada a la población. Con su preponderancia y desprecio han permitido la esclavitud, que los hombres vivan en la indigencia, en la penuria económica, en la ignorancia más deplorable, en el temor. Han matado, expoliado, traicionado y mentido. Aliándose con dictadores, piratas  y bandidos para mantenerse en el poder. Y eso ni es monarquía, ni nobleza. Han olvidando el Evangelio e interpretando a su antojo las palabras de Jesús, de Mahoma, de quien les atosiga o les ilumina para no perder sus privilegios. Y eso ni es iglesia, ni religión.
En la actualidad, aún adaptadas, mantienen la ausencia democrática que les caracteriza, sin ser paradigmas de concordia del pueblo que las mantiene y, debido a la situación social de crisis tan preocupante, (no imputable a las instituciones de las que estamos hablando) han dejado de ocupar los pedestales de comunicación hegemónicos de la sociedad que en otro tiempo mantenían.
Brotes o auges estentóreos aparte, así han se seguir. Ya va siendo hora de que seamos consecuentes con nuestras limitaciones, “por la gracia de Dios” o “porque todos somos iguales ante la ley”. Ya las ignorancias no pesan tanto como entonces, aunque aún traguemos embustes que cuentan, tal vez, porque no les quede otra alternativa. Ya va siendo conveniente y sin miedos cuestionarlas razonablemente, como hacemos con los políticos de turno, los banqueros, los mercados o las crisis que nos asolan. No obstante, deberían dar ejemplo, rechazar su posición y talante antidemocrático, renunciado a los onerosos beneficios con los que se les distingue. El respaldo y el respeto del resto de los ciudadanos sería su mayor aval o fortaleza. ¿Qué puede impedirles realizar semejantes actos de generosidad?. Todos sus componentes son personas de carne y hueso (como los demás) con las mismas necesidades, con iguales deseos, con el parecidos conocimientos y vislumbrar que, aunque la historia se repita, las perspectivas de la estupidez, la vulgaridad, la incultura y el miedo de la gente no tienen porque ser los mismos.
Las distancias morales y económicas no deben alejarse aún más. Estamos en tiempo para evitarlo. En este blog, son muchas las medidas dadas a conocer en el Proyecto de Ciudades Ocupacionales(PCO) para moderar el Sistema capitalista que les protegen: La Teoría de los números primos. El Apagón económico. La transición personal. El Plan de Ciudades ocupacionales. La Teoría del cuadránculo. En esos grupos se hallan, específicamente, la herencia, la propiedad y sus limitaciones. Acaso, ¿ no serán suficientes los genes de los padres como la mejor y única herencia?. Acaso, ¿las riquezas esquilmadas han de ser legitimas para los hijos del ladrón?. Acaso, ¿no nos llenamos la boca pregonando la igualdad de los hombres?. El hombre sólo puede ser integro por su esfuerzo, su bondad o su valor, no por otra cosa se le ha de reconocer.
¡Qué desgracia acaparar tanto para que la muerte nos deje sin nada!
Religioso y nobiliario. Dos entelequias del pasado remoto que se consolidaron como una fuerte realidad; pero que, como todo, tienen sus días contados. Sométanse las monarquías al voto popular y las creencias a la intimidad de los hombres. Mientras tanto, que la Paz y el Amor nos unan.

martes, 20 de marzo de 2012

QUE DESDE EUROPA NO NOS TOMEN EL PELO

En algún momento volveré al detalle y pormenorizaré aspectos de las medidas del Plan de Ciudades Ocupacionales PCO (ya dadas a conocer), en lugar de saltar, como ahora, de rama en rama o de flor en flor para jugar o libar, según me place, ideas, cuestiones, entidades, personas de nuestro sistema capitalista.
En su día, me llamó poderosamente la atención que el Banco Central Europeo no interviniera tan pronto se desencadenó la crisis que aún nos acompaña y que, si no hay quien lo remedie, continuará con nosotros por mucho tiempo. Hace poco, actuó prestando dinero a bancos (principales causantes de la crisis) e, igualmente, me  llamó poderosamente la atención.
Si hubiera querido ayudar a sus países europeos endeudados, hubiera comprado directamente parte de las emisiones de deuda de los mismos. Pero eso no es tan fácil.
Tengo entendido que son los bancos (además de otras personas) los que sistemáticamente vienen utilizando los paraísos fiscales para evadir impuestos (suyos y de sus clientes) y, si es así, esto supone una estafa económica. ¿Qué sentido tiene entonces, me pregunto, ayudar a quién delinque? ¿No habrá entre quién decide tal cuestión personas interesadas en ganarse el favor de los poderosos? ¿Existirá un motivo razonable para hacerlo que desconozco? ¿Tal proceder, (colaborar con defraudadores) no conlleva el riesgo de convertirse en estafadores igualmente?¿Les mueve seguir algún tipo de ejemplo oculto o mostrar un camino desconocido?. No logro entenderlo.
Tampoco logro entender, que el citado Banco Central preste el dinero público a entidades privadas, sino es para que éstas lo presten a su vez al conjunto de la sociedad que lo demande. Y si eso, al parecer, no ha sucedido, entonces,¿para qué?¿Para qué los bancos continúen manteniendo vivas las operaciones especulativas que nos han llevado al desastre actual, al deterioro del bienestar, a la crisis que ahora y, reiteradamente, acaecen?¿Para seguir encareciendo los productos básicos, materias primas, energías, etc. con apuestas absurdas y empobreciendo a quienes los necesitan, mientras se enriquecen con su mediación y nulo riesgo?¿No hemos aprendido suficientemente? ¿No son ya bastantes las apuestas que cada uno ha de hacer para poder sobrevivir?
Tampoco logro entender que el citado Banco Central, a través de los respectivos bancos nacionales, permita cobrar diferenciales abusivos (seis cuando les costó uno), además de comisiones sin conceptos, sin justificación aparente, arbitrarias, inventadas, sin sentido. ¿Es lícito tal robo por sólo intermediar? ¿Por qué no se unifican conceptos? ¿Por qué no les dicen a esos mediadores financieros privados, (a los que prestan nuestro dinero) que dejen de jugar a la guerra, de inventar rumores y trampas, de crear papeles o ingeniera financiera en su propio provecho (y en el de sus amigos) y, en su lugar, inviertan comercial y productivamente,  en personas, familias, empresas pequeñas y medianas?.
Y aún siendo esto muy grave no nos escandaliza como otros casos (“Gürtel”,”Ere”, “Urdangarin”,”Pagas perpetuas”,”indemnizaciones millonarias”, etc.). Mucho me temo que las presentes voces sean palabras que claman en el desierto ¡Las tienen tantas veces oídas! Pero siguen y siguen incansables como si el sistema no pudiera funcionar sin ellos. Y no es así. Los Bancos Centrales bien podían ser el Centro de Cálculo de todos ellos. O la implantación de una banca nacional y comercial con tanto dinero repartido ¡Otro gallo nos cantaría! ¡Adiós a tanta miseria! Y,¿por qué no interviene la fiscalía?. 
Fomentando de tal manera la desigualdad (como acabamos de exponer) nunca podremos conseguir  el objetivo principal del Proyecto de Ciudades Ocupacionales que consiste en alcanzar la felicidad dentro de un orden de justicia, respeto, libertad, pleno empleo y, por supuesto, fomentando la igualdad de oportunidades.
Siento de veras que personas tan poderosas, tan ricas, tan maravillosamente fantásticas, que habrá en esas entidades financieras no sean felices, pese a su aspiración. Y nunca lo serán y lo lamento, mientras deseen el mal ajeno a los demás, sean ruines y miserables (aún sin ser conscientes) arrogándose bienes y derechos que no les corresponden por ser parte de los limitados activos de la Naturaleza de las que todos (sin exclusión) formamos parte.
Me parecieron voces espirituales éstas últimas: Nada de eso. Son egoístamente lasas, económicas, materialistas, basadas en Honorabilidad, Transparencia y Rentabilidad. Un pequeño esfuerzo, un paso en esa dirección, y que el Amor y la Paz nos unan.

jueves, 15 de marzo de 2012

JUSTOS POR PECADORES

Después que el alba hubiese sido regada con una suave lluvia otoñal, la mañana se quedó hermosa y limpia. Al salir de casa, alguien me llamó.
-        Señor, señor.
Un desconocido con acento marroquí, de tez morena y fornido, me extendió su mano  que estreché correspondiendo su saludo;  pero de forma sorpresiva e inexplicable, besó mi mano asida pareciéndome un rasgo de inferioridad y sometimiento que me desagradó profundamente, aunque, sin semejante sensación, me retornara a mi infancia, para recordarme que era yo quien besaba la mano del cura de mi pueblo llamándole padre. Y continuó:
-        ¿No necesitará a alguien que le arregle el jardín?.
-        No. No, muchas gracias.
-        ¿Sabe quién pueda necesitarlo?.
-        No. En esta urbanización no. Tenemos un jardinero que se encarga de ello.
-        ¿Y ese es su coche? –me preguntó señalando el mío, que era el único que había aparcado en la calle- ¿Si quiere se lo lavo?.
-        No, gracias.
-        Es que acabamos de llegar en una patera –me dijo- Venimos mi mujer y yo andando desde Carboneras y no tenemos nada que comer.
-        ¿Andando? –me sorprendí por la distancia existente.
-        Si, mire como tengo los pies (Y me los mostró sucios y encallecidos) Ella está en la playa, junto al cañaveral, buscando algo para comer. Si quiere, le puede arreglar a su mujer la casa.
-        No, no es necesario.
-        Usted no me da trabajo, ni nadie lo hará, porque estoy sin papeles, ¿verdad?. Miré –me guió la vista hacía una especie de jeringuilla que sacó del bolsillo amplio de su pantalón- es que necesitó insulina diariamente. Además, tengo que ir a Cartagena; allí hay unos paisanos. ¿Está muy lejos?¿Por dónde se va?. (Mientras preguntaba me mostró una libreta de un cuarto de folio, cuadriculada, con el nombre de Cartagena escrito a lápiz. Ya, para entonces, había pensado en socorrerles; darle alimentos con que remediar la perentoria necesidad que les acuciaba).
-        No hay trabajo para nadie –le respondí- en cuanto a Cartagena habrá más de cien kilómetros. De todas forma espere –le indiqué yéndome hacía mi casa.
-        ¿Llamará a la policía?, -preguntó.
-        Por supuesto que no. Espere –le insistí.
Y pasé a casa para decirle a mi mujer que me diera algo de comer para aquel desgraciado. Opté, sin embargo, no molestarla y sustituir el condumio por veinte euros. Y salí a la calle con ellos para entregárselos. Él me aguardaba apoyado en la pared de enfrente que, al verme salir, vino a mi encuentro.
      -    Tenga.
Le alargué la mano con el billete de veinte euros. Antes, no obstante, (olvidando que lo hubiera dicho) con la idea de entregarle el dinero a ella, en la seguridad de que son las mujeres más responsables que los hombres, le pregunté por su mujer, repitiéndome que estaba en el mar, donde las cañas. Así que tomó el billete y me contestó.
       -   Faltan cuatro euros para el ticket del autobús a Cartagena.
¡Qué lento anduve mentalmente! ¿Cómo no sospeché nada? Debería haberle dicho que me devolviera los veinte para entregarle un billete de cincuenta en su lugar. Pero desapareció. Desapareció dejándome una cara de tonto como jamás la tuve. Me sentí impotente, timado; con la sensación de ser el rey de la estulticia. ¡Me había dado el toco mocho! Esperé obtener la rentabilidad en la caridad y me metió la maldad por vena para que paguen justos por pecadores. Me ratifiqué lamentando, una vez más, que la caridad es una depravación de la sociedad. Y recordé de nuevo, sin saber por qué, al cura de mi pueblo que, desde el púlpito, se adueñaba de las voluntades ajenas sacando leche de una alcuza. Y las ansias de llamar a la policía (que el “marroquí”, en un gesto de teatralidad, me había pedido por compasión que no hiciera) me asaltaron. Y no encontré cosa más banal qué hacer por detener a aquel miserable que justificarme a mí mismo.
-        Pobre desgraciado, bastante tiene. Apenas el dinero, y menos su cuantía, significa algo para mí: carece de importancia, -me dije.
Pensé en su argucia, en cómo se amparó en la patera, en la argumentación tan bien trabada. Pensé entonces en otros que escudándose en su cargo, en su situación política, siendo hijo, yerno, hermano, pariente de algún preboste, sacan pasta con informes, vendiendo humo u esperanzas, siendo la excusa para llenar otros bolsillos o, simplemente, haciendo lo que mejor saben hacer: robar que es el oficio de ladrón.
Aquí no valen engaños, ni es la impronta con que la caridad tapa los ojos. Son componendas y negocios miserables con que aumentar la codicia por dinero. Dinero que ni siquiera necesitan, porque tienen y ganan lo que jamás en la vida les producirá dificultades crematísticas.
-        Que mi pensamiento no me traicione –me dije en voz baja.
Es así como la miseria se ceba en las altas capas acomodadas. No importa lo que se vive a su alrededor. Roban y roban sin miramiento alguno. Se basan en un sistema capitalista que les ampara, rayando en la inmoralidad más aberrante que está llena de ejemplos. ¿Adivinen qué acudió a mi cabeza?: El Banco Central Europeo. Un banco que se nutre de los fondos públicos de los bancos centrales de los respectivos países, presta a entidades financieras privadas para que a su vez lo hagan a entidades públicas, (Estado principalmente) con diferenciales abusivos; que es como decir al ladrón que se sirva y acomode en tu casa y expolie a su gusto. Y también acudió a mi memoria cantidad de nombres propios que ganan cifras astronómicas, así como las de aquellos banqueros, empresarios, deportistas, especuladores, políticos, componentes de instituciones sin ánimo de lucro, de entes o fundaciones que  no son sino testaferros y demás sujetos para los que el cielo no existe. Y sentí vergüenza ajena e impotencia. Y no encontré cosa más banal qué hacer por detener a aquellos miserables que justificarme a mi mismo.
-        Es su felicidad, no la mía, la que está en juego. No puedo remediar que lo publiquen sin el menor rubor. Pobres hijos nuestros, unas 167 veces (por eludir infinitas) menos valorados económicamente, que aquellos que uno de sus padres (por no decir los dos) son banqueros,  consejeros de multinacionales,  ostentan cargos políticos o son delincuentes.
¿Qué puede asombrarnos ya?. Nadie devuelve el dinero que roba: ¿Para que condenar cuando no se repara lo quebrado?. Nos pueden decir lo que quieran: Misa cantada o que tenemos igualdad de oportunidades o que somos iguales ante la ley o que gozamos de una democracia o que el pueblo es soberano. La mayoría de lo que oímos es bazofia, demagogia, mentira. ¿Quién es tan tonto que se lo puede creer? ¿Cómo se pueden alcanzar grados tan elevados de inmoralidad? ¿Cómo se corta esto?.
Cierto es que hemos de agarrarnos a algo. Que la esperanza (aunque sea tópico) es lo último que se pierde. Pero ya no vale maldecir, despotricar o sentirte necio. Se está pasando también el momento de predicar con el ejemplo (que poco cunde). Va llegando la hora que la gente tome cartas en el asunto y eso puede ser muy peligroso. Sin embargo, da la sensación de que los que mandan no ven tal peligro y no quieren modificar unas reglas  impuestas por los poderosos. Luego serán éstos los que huyan, emigrando a sus paraísos fiscales en los que si creen, y dejarán con el culo al aire a “justos por pecadores”.
No deseo echar la vista atrás y presenciar cabezas de zares rodar por la guillotina, revoluciones no precisamente gloriosas sino salvajes, instaurando la injusticia como un alegato en beneficio de la gente; tan sólo porque quien dirige se ha vuelto ciego, sin admitir ni flexibilizar lo que es relativo. ¿Cuánto tiempo se podrá soportar que casi una cuarta parte de la población avance inexorablemente a la miseria por gente miserable?. Tal condena, si explota, no habrá quien la detenga. Mientras tanto, que la Paz y el Amor nos unan.

viernes, 9 de marzo de 2012

REFLEXIONES SOBRE EL PROYECTO DE CIUDADES OCUPACIONALES (PCO)

En muchas ocasiones, me he preguntado si se puede hacer algo acertado pero injusto. La respuesta afirmativa es acallada de inmediato por un deseo, por una inquietud. Un deseo que prefiere hacer algo justo y no acertado, antes que lo contrario; una inquietud que se sosiega en la confianza de que lo justo ha de prevalecer antes que la cordura.
Lo ideal, lo razonable, es que lo justo y lo acertado estén en la misma dirección. No obstante, hay voces que aducen la inexistencia de formulas exactas para analizarlo: ¿Cuál es el sentido de la justicia? ¿Se acertó o resultó un fracaso?. Siempre la historia nos fue contada por los vencedores. El futuro se ignora y el presente (que es único tiempo que nos toca vivir) lo revolvemos continuamente sin darnos tregua, ni cuestionarnos: ¿Qué? ¿Quién? ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Para qué?...
Vemos surgir leyes injustas; medidas acertadas atropellando derechos humanos; gente en la miseria o siendo miserable; en la indigencia o en la abundancia; esquilmando pese a tener lo que nunca nadie podrá gastarse; quemando bosques o reflotando cadáveres ...
Existen en el PCO cosas desatinadas (que las habrá), sin embargo, es el pensamiento de equidad el que me ha llevado a idearlo, mi sentido de la justicia, tratando de velar por los intereses de todos los hombres sin distinción de clases: un clamor del hombre. Por la felicidad del rey, los poderosos y los ricos; los pobres, los trabajadores y los desahuciados; sin más consideración que el respeto a los seres vivos, a la Naturaleza (mi Iglesia), en el mantenimiento del bienestar exento de sucesivas crisis que lo deterioren.
La historia está llena de guerras, revoluciones, conflictos, protestas y, prácticamente, de ninguna hemos aprendido, pese a que el denominador común de todas ellas, es el abuso por parte del hombre sobre otro hombre. Un abuso intolerable física y moralmente, del que el factor económico ha sido clave, más aún que el componente religioso que sólo, parte interesada, lo exhibía como excusa. Hoy las condiciones no han cambiado.
Se puede argüir más justificaciones si se quiere, pero todas ellas estarán amparadas en el poder absolutista (sea monarquía, dictadura u otro régimen); en arrogarse derechos divinos o inexistentes; en el empleo de la fuerza, el engaño o la traición; en la esclavitud, el sometimiento o la imposición arbitraria; en la legislación de medidas impresentables violando voluntades ajenas o estableciendo aranceles, contingentes o bloqueos. En el fondo, no hay duda, consiste en acaparar riquezas, prebendas o privilegios, porque ¡y he ahí la cuestión! vamos a desaparecer, a morir. Sí. Vamos a morir. ¿Alguien lo ignora? No pensamos en ello y apenas en nuestra temporalidad. Y es que no somos eternos ¡Qué aburrido sería que lo fuese! Ni siquiera las personas jurídicas lo son. (El PCO se encarga de ello). Todas, sin embargo, deseamos vivir lo mejor posible, con salud, con Rentabilidad (un logro que nos debe estimular), con felicidad. Eso sí, ¿cómo conseguirlo? Optamos por el camino del bienestar a través del poder que nos permita tener riquezas. Riquezas que nos brinden la sensación de seguridad: aportando disfrute, cambio por otros bienes o cobertura de infortunios. Pero estamos equivocados. Deberíamos, como cuando iniciamos un negocio (que no es sino una idea), pensar en la situación, en lo qué hay, con lo qué contamos, sus perspectivas… y emprenderlo, en su caso, con entusiasmo, independientemente del devenir estimado: riesgo, reveses, incertidumbre, competencia, etc.. Entonces, ¿ por qué no pensar en ello? ¿por qué no buscar otro tipo de seguridad?.
Hay riquezas que explotar, servicios que realizar, producir bienes que consumir. Hay para todos pese a su limitación. Para todos aquellos que lo deseen y se esfuercen por ello. El problema surge en la confianza. ¿En quién depositarla y que actúe de manera ecuánime? No nos queda otra. El hombre está por medio. Una corporación de hombres Un ejecutivo que tenga limitados y controlados sus poderes: su tiempo en el cargo, sus beneficios, sus rentas, su evasión, su herencia y, por supuesto, clara su responsabilidad. Sabiendo que en su horizonte les aguarda la posibilidad de convertirse en uno más. Un ciudadano más, ocupado en lo que  le corresponda, sin que ni a él ni a nadie le sea posible morir en la abundancia, cuando la indigencia a otros no les permite nacer.
Que la Paz y el Amor nos unan

lunes, 5 de marzo de 2012

¿Y AHORA QUÉ...?

¿Y ahora qué…?
Una vez acabada la presentación del Proyecto de Ciudades ocupacionales (dada a conocer en los meses de Enero y Febrero 2012) suponía encontrar eco en este mundo digital y desconocido del que todos podemos formar parte. Sin embargo, las voces calladas se han tornado en una soledad vasta y asustadiza, semejante a la del hombre solo y perdido en una ciudad ampliamente concurrida.
Hubiéramos intercambiado opiniones, presentado propuestas, discutido alternativas, contrastado puntos de vista diferentes. Hasta incluso, (¿por qué no?) releyendo nuestra Constitución, expresaríamos innovaciones, textos reformados o cambios necesarios.
No ha sido así y la respuesta a mi pregunta inicial me sugiere otra nueva:¿Qué importa?
Toda contestación contiene un compromiso sin el cual nuestra vida no tendría sentido. Y la vida está llena de tales compromisos. Por tanto, a partir de ahora, haré lo que más convenga (según se desarrollen las cosas) o, por el contrario, ¿por qué no sacrificar el hoy para disciplinarme y ganar más adelante… el futuro?.
No. Me inclino por una tercera opción. No renunciaré a nada e iré acomodando mis objetivos a los posibles compromisos que surjan. ¿Por qué elegir algo en lo que no halle ninguna complacencia?. Me dejaré llevar por el albur de la corriente, virando cuando me interese, remando en la dirección propuesta; pues sólo con la búsqueda de encontrar lo que deseo me sentiré dichoso, pese a que después venga la calma chicha o el retorno no exista.
Cuando son muchas las opciones existentes, la prudencia relaja y el acierto no conforta. Es la abundancia la que produce ansiedad y la ansiedad reduce el bienestar. Sin embargo, la solución sólo radica en un cambio cultural, en la modificación de una ínfima parte de la identidad adquirida que nos permita observar y aceptar otras culturas, otras identidades u otros pueblos. Comprenderemos así a respetar la libertad de los demás, sin comparaciones que a nada conducen. Asumiremos que la libertad nos corresponde a todos y que son las emociones tendenciosas con las que hemos sido educados, las que trastocan las costumbres. Hábitos, por otra parte, que, entidades interesadas, se arrogan como lo exclusivo, lo verdadero o lo legítimo. Y hemos de saber que nada es así, que todo es relativo, todo es temporal y todo es mudable, aunque todos busquemos la estabilidad.
Siempre habrá una explicación para lo que hacemos y para lo que somos. No es fácil escapar de lo que nos inculcaron de pequeños; vayan la vocación o la aptitud por derroteros distintos a los planes que pensaron para uno.
Lo peor que puede suceder es caer en la ansiedad, en el desconcierto. Éstos nos llevarían a practicas equivocadas, con premura o con debilidades corporales, aunque siempre nos quede preguntarnos, ¿qué importa?.
Hemos de tomar partido, no obstante, sin aferrarse a él como si en ello nos fuera la vida. ¿No es la vida lo bastante ambigua? ¿Acaso nos arrastra si no queremos?.
Si la verdad hace daño, ¿hace falta conocerla? O, aunque haga daño, ¿no será siempre preferible a la mentira? ::(Imagino el descubrimiento de un cáncer. Informar de una infidelidad). Tan poco tengo claro, que  la bondad, aunque haga daño, sea preferible a la injusticia ::(Siendo caritativo con lo robado a un ladrón o dando de comer antes que enseñar a pescar). Suplicar no necesariamente es de cobardes como tampoco es de valientes la disculpa. Lo correcto será arbitrar soluciones personales con arreglo a la Honorabilidad, Transparencia y Rentabilidad que tantas veces hemos mencionado. Valoraré las cosas antes de hacerlo cuando las haya perdido.
Que la Paz y el Amor nos unan.