Discutimos
hasta la saciedad tratando de que prevalezca lo mejor para todos y no somos
capaces de concretar un resultado final. Cada cual aportamos argumentos
convencidos de la bondad de nuestra razón; no obstante, existen muchas otras
pruebas que nos impiden alcanzar un entendimiento. Las circunstancias del
momento, las experiencias, la educación recibida, las creencias, los
sentimientos u otras emociones, nos hacen olvidar la única verdad absoluta: nacemos
y morimos entre el silencio; HUMANOS agrupados en una sociedad que hemos
creado y vamos transformando.
Lo
público y lo privado no tiene porque ser antagónicos, contrarios e incompatibles.
Han de convivir evitando el dominio de lo uno sobre lo otro: Ni un comunismo rancio ni un capitalismo salvaje.
El bien común de la mayoría se impondrá con la Honorabilidad, la Transparencia
y la Rentabilidad.
La
sociedad debe tener claro lo mínimo imprescindible [1]que
hoy en día una persona necesita para vivir dignamente y no puede eludir
proporcionarle tales mínimos. De ello se encargará el Poder público elegido por dicha sociedad
evitando la exclusión social de algunos de sus miembros o, lo que es lo mismo,
la quiebra de la sociedad. Por tanto, en esto esencialmente, lo público destaca
por su rentabilidad sobre lo privado, lo que supone que ha de prevalecer el
carácter público, dado que lo privado fundamenta su actividad en un beneficio
particular o con ánimo de lucro, sin tener en cuenta el beneficio social,
oriundo de los homínidos. Como consecuencia, los factores básicos para la
vida humana como son la SALUD, la ENSEÑANZA o la JUSTICIA SOCIAL, han de ser públicos, obligatorios y gratuitos,
en aras al bien común de la mayoría de la población; sin menoscabo de que
intereses particulares puedan ejercerlos, especialmente, aquellos que dejaron
de ser básicos. Cuando el hombre tiene TRABAJO, su rendimiento o compensación
le permitirá cambiarlo por comida, vestido y cobijo; de no ser así, es
obligación del Poder público cubrir a la persona tal deber y derecho.
Que
nadie nos engañe haciéndonos creer que
lo uno es mejor que lo otro. ¿Acaso se crearía una empresa privada para
cuidar enfermos gratis, para educar o enseñar a niños huérfanos o, tal vez,
para llevar la luz, el correo o el transporte a una población de cien
habitantes? En la rentabilidad privada no se cuantifica el valor social, por
eso es una falacia hacernos creer que la gestión privada es mejor, más
efectiva o más rentable. La función la realiza igual el funcionario que el
empleado de una empresa privada: ambos pueden ser hasta la misma persona. Lo
que ha de cambiar son las estructuras de las empresas públicas o privadas para
que sus empleados sean más afines en
todo (en condiciones: derechos, obligaciones) y los profesionales establezcan
el funcionamiento adecuado que lo haga compatible y el político de turno, por
descontado, no medre en beneficio propio y asuma responsabilidades.
Esgrimiendo
acusaciones, lanzando mentiras sobre la población y practicando la privatización
de lo básico, se consigue la ruina social, se anula la clase media y nos distanciamos más entre nosotros,
separándonos de manera peligrosa con desigualdades de oportunidades
irreconciliables. ¡Qué toda persona se guíe por los valores de Honorabilidad, Transparencia y Rentabilidad
expuestos y actuemos con libertad y respeto, cuestionando cuanto digan!
¿Cuáles
son los intereses generales por privatizar o por nacionalizar? ¿Desde cuando
una empresa privada quiere negocios públicos en pérdidas? ¿Por qué no se nacionalizan
entidades con beneficios? El cambio se
hace más necesario cada día porque nada es dogma de fe por mucho que nos lo
digan. Una sociedad que solo tiene por objetivo amasar riquezas no va a
ninguna parte y se convierte en un país de chorizos y oportunidades políticas
que dan miedo, enloquece a la gente y causa estragos revolucionarios, a un paso
de la desesperación.