miércoles, 6 de julio de 2016

UNA ESPAÑA AMORAL

Un país que mete a unos titiriteros en la cárcel, que afirma “más vale lo malo conocido” y que, entre otras cosas, en lugar de analizar el contenido de las miserias vertidas en el despacho del ministro encargado del orden, trata de encontrar a quién grabó su conversación, es un país sin ética ni moral. No es extraño pues, que una tercera parte de sus habitantes aplaudan el paro, la economía, la corrupción votando a políticos que, sin responsabilidad alguna, persisten en mantener, para muchos, la dureza de vivir en España mientras, ellos y los suyos, se enseñorean con sus enjuagues. O bien, el adoctrinamiento de tantos años de Dictadura aún no se ha extinguido, o bien, ese tercio de ciudadanos se han acostumbrado a sentirse impotentes ante quienes cometen robos y atropellos, escudándose en el decir popular de que “todos los políticos son iguales, que ni devuelven lo robado, ni se les ajustan las cuentas”.
¿Cuántas veces hemos oído decir que “el que no tiene padrinos no se casa”? En España los timos, chanchullos, enchufes y demás golferías continúan de igual manera que los había en la época de Franco. Hoy, por el contrario, se conocen y, por tanto, los corazones de la gente se indignan o, tal vez, se habitúen cuando, pese a tanta denuncia, los efectos parecen ser los mismos. Gran parte de la ciudadanía se pregunta para qué esforzarse si no ve en ello futuro, si para los sinvergüenzas no hay castigo, si basta con afiliarse a algún partido para hacer carrera laboral o tener un puesto asegurado. ¿Por qué sino mantener al Senado, a las Diputaciones, a tantas empresas estatales, a independientes comisiones gubernamentales, a un sinfín de cargos clientelares y asesores vacíos? ¡Cuánta avaricia! Todo eso huele a tribus africanas, a familias sicilianas, a burócratas aguardando alcanzar el máximo poder. Todo vale. Además, nos toman por niños o ignorantes intentando hacernos creer que son necesarios, excepcionales.  
¡Qué alegría tan enorme me proporcionó la entrada de España en la CEE suponiendo que, al menos, en esto ganaríamos! Me imaginé menos trampas, más seriedad, competencia y nada de capital de amigotes. ¡Qué equivocado estaba!   
¿Cómo es posible que la gente no reemplace a los corruptos? Acaso, en estos momentos, ¿no  han distanciado, más aún, a las diferentes clases sociales? Me resisto a dar crédito al miedo, al pensamiento único, aunque éste se consiga con aquél. No obstante, he de reconocer, que tras el avance de los extremos (pobreza y riqueza) voy asimilando y entendiendo que la gente de a pie, viendo a tantos Bárcenas emerger sin que ningún político haya dimitido, tire la toalla y no quiera saber nada de nada, se abstenga o elija lo malo conocido. ¡Para lo que vale su voto!

Seguiré, no obstante, contando lo que opino, libremente, respetando la decisión de cada cual ¡Faltaría más! Sin embargo, considero que las personas desprovistas de moralidad en aras a salir anunciadas en los “Papeles de Panamá”, por ejemplo, son indignas y antagónicas a lo que yo soy y a lo que el pueblo llano se merece. Posiblemente alguien tenga intereses en meternos a todos en el mismo saco, pero no lo conseguirá. Por fortuna, hemos ganado en la denuncia, la decisión y la libertad que, aunque todas ellas sean todavía insuficientes, merece la pena decir la verdad. Una verdad que exija responsabilidad y esfuerzos a quienes cobran de los recursos públicos. Que apuesta por erradicar a ladrones y bandidos, sean miembros de la Casa Real, del Gobierno, de la Iglesia o la Magistratura. Que confía en hacer ver a la mayoría de la gente que los estímulos de este país están equivocados y han de sacrificar dinero y riqueza por felicidad, ya que se puede vivir con poco, pero, sin generosidad ni esfuerzo, el infortunio sobresale. Una verdad que, si no es así, tal vez, el único equivocado sea yo, el que les escribe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario