viernes, 21 de octubre de 2016

POLÍTICOS

La prédica de nuestros políticos pasa por decirnos que su vocación es la de servir a los demás y, en la práctica, vemos como lo único que les interesa es el dinero y el poder. La mayoría de ellos carecen de haber ejercido una profesión con la que se ganaron la vida y, por lo general, nula es su preparación para la función que desempeñan. Eso sí, su voluntariedad es máxima.
Difícilmente una persona alcanza un cargo político si antes estuvo privada de alguna de las necesidades vitales como la alimentación, el cobijo, la sanidad o la educación… y eso nos alegra, porque es justo lo que deseamos para todos: nadie ha de vivir en la miseria o de la caridad. Sin embargo, carecen de juicio suficiente pregonando las mismas como prioridades de las que nunca se ocuparán cuando lleguen a gobernar. Tampoco lo hacen dando trabajo a la gente para que ésta no tengan que mendigar o delinquir.
Es el trabajo la principal herramienta para que la gente pueda salir adelante y un ayuntamiento, por muy simple que sea, puede proporción tal menester; bastará con que el consistorio, municipio o distrito anule  la totalidad de gastos menos relevantes y emplee todos sus recursos en dar ocupación a su gente en paro, y presumir así de: ni un parado más en mi pueblo, en mi ciudad. Un parado que se ocupará de fichar todos los días como un empleado más,  ajustándose a las condiciones de cualquier otro trabajador, tanto en jornada, retribución digna u otros efectos para su  vida laboral. La prestación por desempleo desaparecerá porque habrá pleno empleo y las empresas contratarán a través del propio Ayuntamiento porque éste se habrá convertido, además, en un auténtico regulador del Mercado laboral.
Hoy por hoy, en España, la falta de trabajo es la principal dificultad, el mayor problema para que la gente pueda ganarse la vida honradamente: Declárese la guerra contra el paro. Y el político en su zona, distrito, pueblo o ciudad, puede gestionar los recursos para ello: no hay otra cosa más importante.
En España existe una gran inflación de cargos políticos; una gran mayoría parasitarios en el Senado, Diputaciones, empresas públicas y semipúblicas, de asesoramiento y representación, con sueldos enormes y nula responsabilidad. Los políticos son una especie a extinguir tal y como la conocemos, dado que es inaudito que sean ellos mismos los que se asignen sus sueldos y demás condiciones laborales, sin responder ante ningún patrón ya que carecen de él, y ni siquiera ante su partido, toda vez, que mutuamente nada, en su caso, los ata o vincula.

Una mercancía tan vil y peligrosa como es el dinero la mueven y gestionan sin conocimiento. Buscan intereses que condicionen votos a su favor. Ese dinero público, de todos los contribuyentes, no es sino una entelequia para ellos. La mayoría ignora lo que cuesta ganarlo y, cuando lo tienen a su alcance, a su disposición, engendran un mega-proyecto para justificar, a veces, lo injustificable. El encumbramiento al poder facilita muchísimo la labor trascendente  para la que el político vive: estar al margen de la realidad común del resto de los mortales. Algo, por otra parte, comprensible dado su cinismo, hipocresía, engaño o mentira con las que se alinean y se caracterizan, transformándose en seres especiales o de otra dimensión. No pasan desapercibidos como las reinonas de un cabaret y, por tanto, prefieren no frecuentar espacios públicos como la oficina del paro, los hospitales de la seguridad social, las colas de los espectáculos, los paseos frecuentados, salvo que los apremie la época electoral y sean sumisos servidores de la gente a la que vaticina su felicidad si son ellos los elegidos. Así vemos pues a nuestros políticos, tal como ellos mismos se propagan, sin darnos buenos ejemplos a seguir.

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