viernes, 23 de diciembre de 2016

FELICIDADES Y DESEOS PARA EL AÑO PRÓXIMO

Para mantener su estabilidad emocional en 2017 y en el resto de años que faltan para alcanzar su destino final, comprométase a:

1)      Ser impecable con sus palabras
2)      No tomar nada personalmente
3)      No hacer suposiciones
4)      Hacer siempre lo máximo que pueda

Sin olvidarse de decir a menudo, especialmente, a sus seres más queridos:

a)      Gracias. Lo siento. Te quiero
b)      Esto…, eso…, me encanta de ti
c)       Te acuerdas de…
d)      Te echo mucho de menos

Llevarlo a cabo ayudará a ser feliz, viviendo el presente conforme con todo cuanto prolifera alrededor. Todo es cuestión de confiar en sí mismo y otorgar siempre el perdón

Cuanto antecede no es de cosecha propia como lo que sigue y se propone para este próximo año 2017:

-          Habitantes españoles, no residentes en Cataluña, voten a favor de que éstos puedan decidir o no independizarse de España.

Ante el cariz de los acontecimientos que puede desembocar en un trágico episodio nacional, que a nadie beneficia, es preferible la renuncia de un territorio a pertenecer a un país de todos (España) que, por impedirlo, se llegue a situaciones incluso cruentas y malvadas. No hay peor realidad que la de mantener, por norma, enfrentado a un miembro de la familia en contra de su voluntad: seamos generosos aunque no se reconozca tal solidaridad, aunque los políticos causantes del desafío no se lo merezcan o se atribuyan méritos donde no los hay.

No estoy conforme, por supuesto, que España, un país de todos, se desgaje e independice en parte alguna, sin embargo, por la simple razón expuesta, expreso mi aprobación y cedo mi derecho a decidir sobre el territorio de Cataluña en favor de los censados en ella, sean o no españoles.
   

Con mi cariño más sincero

miércoles, 21 de diciembre de 2016

TODO ES CUESTIÓN DE CONFIANZA

Los continuos movimientos industriales, comerciales y sociales; la tecnología y nuevos inventos; la historia cambiante de costumbres y formas de vida que van surgiendo, hacen que sea preciso ir adecuando, cada vez más aprisa, las normas y leyes por las que regirnos. Esto supone que, como casi todo, y la Constitución no ha de ser menos, se ha de ir modificando sin miedo.

Para cualquier asunto, convendrán conmigo, que lo ideal será establecer previamente las bases generales, comunes y claras con las que todos nos identifiquemos sin mantener dogmas ni creencias, sin encasillarse en preceptos que impidan cambiar de rumbo y, lógicamente, que satisfagan a la gente en su mayoría sin atentar contra sus intereses o les priven de su libertad. Hay innovaciones que, encaminadas hacía lo universal, no sólo son imprescindibles acometerlas sino que su proceso es irreversible. Sucede lo mismo con la tan cacareada globalidad, guste o no guste, por lo que cuanto más trasversal sean nuestros principios, cuantas más personas con ellos se beneficien, mucho mejor.

No es posible progresar encallados férreamente en una ideología cerrada, incapaz de admitir otras posiciones, o anclados en un lodazal de principios equivocados, inconsistentes para  detener un vendaval. Más vale cimbrearse como juncos arraigados a la tierra, sin que ningún viento poderoso pueda tumbarnos, que quedarse quietos o enmudecidos. No es posible progresar si se pierde la confianza de aquellos con los que hemos de relacionarnos o si el motor que genera la misma infunde dudas y suspicacias. Un auténtico líder es seguido por anónimos incondicionales aun sin entender siquiera su mensaje, aun a costa de perder sus vidas a las que ordenaron caminar con los ojos cerrados hacia un abismo.  

No bastan sólo los contenidos, los proyectos, las ideas por muy capitales que sean, es necesario un líder creíble para llevarlas a cabo. Aquéllas podrán ser estables, sencillas, óptimas, pero, sin un guía en el que confiar, servirán más bien poco. Cierto es, que la compatibilidad entrambos ha de darse. Por tanto, determínense las primeras y después búsquese la persona idónea que, convencido, las haga suyas.   

Muchos somos los atrevidos que, honradamente, podemos aportar fórmulas para el bienestar de la sociedad, pero muy pocos los aguerridos a ocupar el puesto para encabezarlas y difundirlas; menos aún, para ponerlas en práctica. La tarjeta de presentación del adalid, además de coraje, deberá tener facilidad de palabra y ejemplaridad, sin omitir otras cualidades innatas inspiradoras de confianza, sin las que, como hemos dicho antes, no es posible la amistad o el negocio. A veces, ocurre, que se malgastan buenos planes, se queman personas validas o desaparecen gentes entregadas, tan sólo por amparar una determinación baldía, una simiente sembrada entre risco y espinos, unas palabras dadas equivocando a una audiencia entusiasta. Habrá que poseer el valor de reconocer y aceptar el error dando macha atrás, antes que provocar una escisión, una guerra o un calvario. De una caída o fracaso uno se puede levantar, de un callejón sin salida o adarve difícil es escapar.
 

No nos apenemos porque, invariablemente, hay tiempo para todo si se busca. Siempre se encuentra una segunda oportunidad, aunque sea menos propicia. Por ello, cuando mis dedos transcriben las presentes letras, mis pensamientos se emborronan cavilando sobre: a) las distintas filosofías que enturbian a Podemos, b) el desenlace que aguarda al P.S.O.E., c) el riesgo latente entre el inmóvil pasado del P.P. y las intenciones independentistas de muchos catalanes. Para todas estas cuestiones, aún por desentrañar, caben soluciones. Procuremos acertar y no arrepentirnos: todo es cuestión de confianza.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

PALABRAS

Hace mucho tiempo que soy consciente de la importancia que tienen las palabras, también sé que son pronunciadas, en la gran mayoría de los casos, de forma interesada y poco inocente. Nada mejor que recordar las numerosas cruces de mármol o granito que hay en nuestra España. “Caídos por Dios y por España” y una lista de nombres sesgada. Lo que entonces no sabía es que era pura falacia, publicidad franquista, pésimas realidades de las que estoy curado de espanto. Los que murieron en guerra tan incivil y miserable fueron unos y otros, no solo una parte. Todos españoles con diferentes creencias y principios. Desde que comprendí esto, dejé de creer en ese Dios (con el que la Iglesia nos engaña) y en la Patria (ensalzada con política que agravia).

Las noticias publicadas del F.M.I. (Fondo Monetario Internacional) a muchos han llenado de alegría satisfaciendo su ego, sacando pecho de una política macro-económica que sólo sirve para anotar una positiva tendencia, en unos libros contables que  igual se borran, pero no para unos hombres de carne y hueso que trabajando no les llega para comer, para unas personas físicas que tienen que emigrar, depender de sus mayores o continuar en el desempleo más deplorable y mezquino que tenemos, dada la diferencia abismal entre los que tienen y los que carecen. El F.M.I., no es fiable, como quien levantó “la Cruz de los caídos” en nuestros pueblos. El FMI es tendencioso y no vive el día a día en nuestras plazas, ni sabe lo que es la necesidad. Conviene que nos digan los éxitos de sus gestiones, encaminadas entre otras a evitar el hambre y las diferencias sociales  del mundo.No para pagar altísimos sueldos a sus funcionarios o elegir como presidentes, por los determinados partidos políticos, a presuntos bandidos: Lagarde, Rato o Dominique Straus Kank (DSK). Y, por si fuera poco, la fórmula indicada para recaudar en España más, la han debido pensar exageradamente devanándose los sesos y no dormir hasta dar con ella: elevar el IVA. ¿No habría otro impuesto más fácil? A la primera un parvulario hubiera dado en el clavo. Sin embargo, las  palabras del FMI a todos impresionan. “Palabra de fe”. Eso es, palabra de fe, en la que ya no creo.

Podían haber imaginado cómo limitar las rentas. Establecer un impuesto del cien por cien para aquéllasque al año superen (por ejemplo) los doce millones de euros, donde las inversiones productivas y los dividendos estén exentos, las transacciones de los mercados especulativos se incrementen con una comisión para las arcas públicas  en un porcentaje del cero y medio por ciento, la prostitución se regule y tribute, las drogas se vendan en farmacias, se arrincone a las empresas offshore y a los Paraísos fiscales… Pero no. Súbase el Impuesto de valor añadido que todo hijo de vecino paga.

Existen tantos organismos que todos pagamos para satisfacer a políticos, enchufados y gente no necesitada, que desconfió a tope, incluso, a veces, soy un escéptico de las ONG que los Estados permiten cuando ellos son los que debían remediar tantos males, si no, al menos, canalizar las donaciones. Dilapidamos excesivo dineros que no tenemos. Arruinamos el planeta expoliando primeras materias, contaminando, tan sólo, por elevar los beneficios de empresas cuyos dirigentes son parte de esa gente no necesitada que ve todo de color de rosa y olvida al niño que alimenta a un enjambre de moscas con sus mocos presentándonoslo como reclamo.


Lamento y pido disculpas a quienes mis palabras (escritas en este caso) ofenda. Mi verdad no tiene más significado que sacar la rabia fuera y expresar un sentimiento, aunque lo haga burdamente ¡Pero hay tantas cosas que se pueden hacer y no se hacen! Y más todavía, cuando la mayoría de la gente es buena y estoicamente soporta una corrupción de desalmados.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

LUCHA POR LA ESTABILIDAD

Ser parte de la sociedad, quiérase o no, es ser fragmento aceptante del Sistema establecido. Objeto de su domesticación supone haber nacido en él y desde la más tierna infancia. Por regla general, la madre y la familia, la guardería y el colegio, los amigos y compañeros, los medios de vida y el ambiente fueron conformando nuestra aceptación, negación o indiferencia. Una vez modelados, nos percatamos que, sin consentirlo ni posibilidad de volver atrás, inculcaron en nosotros gustos, costumbres, estudios, comportamientos, trabajos,… que decidirán nuestro desarrollo.

¿Qué hacer si el Sistema no nos agrada?: ¿No estudiar lo que nos propusieron? ¿No practicar el deporte que nos enseñaron? ¿Oír música que jamás escuchamos? ¿Apagar la televisión que nos dormía? ¿No comprar el coche que nos contamina? ¿No acudir a las procesiones que nos llevaron? ¿No combatir a los caciques que se alternaban en el poder? Leamos con atención lo que sigue.

Nuestra negación se tornará problemática ya que ello no contribuye a sus fines. Nos obligarán a pagar impuestos igualmente, aunque renunciemos a los derechos conseguidos (asistir a los hospitales, circular por las carreteras asfaltadas, desestimar una futura pensión…) por lo que, por norma, lo mejor es aceptar el Sistema (social, político, económico) salvo que te conviertas en un anacoreta (único ser anti-sistema) o juegues a ser indiferente manteniendo un imposible como lo son la soledad, la igualdad, el silencio, la libertad, la independencia… en su valor más absoluto. Después, se habrá de tomar partido y rebelarse en la búsqueda de lo que uno se proponga cuestionando al poder y a lo establecido, siempre que con ello no atentes la integridad de los demás.

Apenas si sabemos el porqué, el cómo  o el para qué se impuso la tradición, el modelo, la religión, la política… o, si se instaló con engaños, traiciones, conveniencias o doctrinas…, pero lo que sí sabemos es que queremos vivir mejor y, por tanto, en ello hemos de esforzarnos, reclamar, cambiar, insistir e innovar, en su caso.


Los hombres deberíamos comenzar desde una misma línea de partida para tener igualdad de oportunidades y nuestra vida, pese a crisis, problemas o altibajos, hemos de vivirla de forma estable, con un quehacer asegurado, siendo útiles a la sociedad, sin que el mínimo vital de supervivencia nos falte (comida y vestido, salud y cobijo, educación y cultura, justicia y oportunidad) sea en la infancia, en la enfermedad o en la vejez… Nuestras expectativas para formar una familia, para emprender un negocio, para crear una actividad… no pueden estar al albur de otra persona física o jurídica, si no (en último término) sujeta al derecho a trabajar que la Constitución recoge y que el Estado ha de facilitar. Si tan sencillas premisas no se cumplen, habrá que conseguirlas con las armas a nuestro alcance: protestas, reivindicaciones, huelgas, manifestaciones continuas... en demanda de ocupación y seguridad, toda vez que (y sirva para todos) nada se regala, lo que no cuesta no se valora y quien no se siente útil está muerto. Eso sí, no perdamos un ápice de libertad (ningún un pájaro quiere jaulas por mucho que sean de oro), que es uno de los principales valores a conservar, y respetemos la libertad de los otros. Lógico pues, será que la empresa, el autónomo (motores del trabajo) también defiendan sus intereses legítimos, procurándose el beneficio mediante el despido libre, por lo que, siempre y cuando el hombre alcance la estabilidad, antes aludida, aceptemos la Reforma laboral actual. Una reforma a todas luces injusta y absolutamente rechazable por sí sola, salvo que la Administración dote al desempleado de ocupación (mínima compensación de protección) tal como apuntamos anteriormente.

El Gobierno, el Sistema y la Sociedad ha de comprender que, sin empleo o función que permita vivir dignamente, no hay vida y, por consiguiente, es preferible morir en pié combatiendo, que desfallecer de inanición arrodillado como un paria.