lunes, 28 de agosto de 2017

LA DICTADURA DE LAS RELIGIONES

El origen de la religión surgió, sin duda, a consecuencia del miedo a lo desconocido, a la ignorancia, a oscuros fenómenos naturales que los humanos eran incapaces de superar. Éstos, entonces, se asociaron para hacer frente y defenderse de tales misterios. Algunos creyeron que aunándose en torno a similares enigmas, con invocaciones, fórmulas o ritos comunes, se podrían combatir o aplacar, pero los malignos espíritus invisibles, que atentaban contra ellos, prevalecen todavía.  Así que, inventándose dioses (que más tarde personalizarían a su imagen y semejanza y cuya creencia R. Dawkins considera que es un delirio), cultos para adorarles y portavoces con los que comunicarse, florecieron grupos de individuos que les rendían pleitesía. Los hombres imploraban por no ser castigados o para conseguir algún beneficio y para ello, además de compromisos y sacrificios, donaban sus mejores bienes, tanto si eran complacidos (que justo era hacerlo) como si no (que su furia no se incrementase). De cualquier manera, los representantes de tales divinidades se forraban con tantos presentes (ya que éstas ni comen ni nada precisan) sin que, apenas, los acobardados seguidores  algo debatiesen: ¿Por qué  precisaban de intermediarios? ¿Cómo ambos se entendían sin desavenencias? ¿Cuándo fueron de poderes investidos? ¿Dónde residían o quién los creó?

Desde entonces, mucho tiempo ha pasado y multitud de religiones se han eclipsado, emergido o cambiado, sofisticándose de mil maneras, adaptándose a la época, a los modos y a las costumbres; pero lo principal, es que el alimento del que se nutren, continúa intacto: el miedo, la ignorancia, la oscuridad, el misterio, la apatía, el desconsuelo… los mismos condicionantes en los que se fundamenta toda dictadura, toda tiranía, todo absolutismo para permanecer y, afortunadamente, se superan. Sin embargo, la religión, por muy absurda que sea, es una creencia irrebatible, dado que emana de un sentimiento  (“cuestión de fe”) para el que no existe razón posible y, menos todavía, si ésta conduce a que sus mediadores dejen de forrarse, pierdan sus influencias o se anulen, como ocurre con los dictadores.

Las religiones ocupan todo acto de la vida humana, por diminuto que éste sea. Tanto las politeístas como las monoteístas (las menos disparatadas) dictan, a través de sus normas, lo que hay qué hacer desde que hombre nace hasta que expira. Qué comer, cuándo hacerlo: día, hora, minuto y segundo. Cuándo ayunar. Cómo vestirse. Lo que es puro y lo que no lo es, lo sagrado y lo profano…. Las religiones, a través de varones como protagonistas, interpretan las palabras, los gestos, los designios de su Dios (que no puede ser el mismo porque sus mensajes son diferentes)  relegando a la mujer, a otros humanos y demás seres vivos a planos de inferioridad como si fueran cosas insignificantes. Las religiones imponen su racismo y autoridad aplicando severos castigos (físicos y metafísicos) y su gobierno deja mucho que desear.  Hoy, ya hay mucha gente cuestionando (con poco que sepan de su historia) los cuentos que les contaron en su infancia, los fanatismo de las cruzadas, las guerras santas, la muerte a los infieles; las aberraciones de las inquisiciones, los demonios de los infiernos, las vírgenes de los paraísos; el cómo, el porqué y de qué manera algunos vivos se arrogan los mandatos divinos para hablar de separatismos, excomuniones, pecados,  penitencias… e invocan intereses espurios aduciendo que será “lo que Dios quiera”.


“El mundo necesita despertar de esta larga pesadilla” (Muy Interesante 435 Agosto) dejando las creencias religiosas a la intimidad de cada uno, toda vez que los sentimientos, además de internos,  libres y sinceros, corresponden a un único espíritu creador personal. Publicitar la fe religiosa o competir por su hegemonía, son rasgos comerciales, que no han de atentar al sentimiento agnóstico, si cumplen con la ley y pagan sus impuestos. Inculquemos a nuestros niños valores de bondad, respeto, honradez y no credos a erradicar. Que la escuela y la universidad los extienda a la sociedad para que cuando cada cual tenga capacidad de juicio decidan su identidad, sin que otros lo hagan por ellos. 

sábado, 19 de agosto de 2017

OJO CON EL "OJO POR OJO..."

Desde hace tiempo, a través de las redes (Whats App, Facebook, Twiter…) alguien con encumbrado nacionalismo nos viene inundando con subliminales mensajes patrioteros añejos, baratos y fuera de contexto. Y eso no es lo peor. Algunos de ellos, subrepticiamente, tratan de sembrar entre nosotros el odio a los emigrantes como si los españoles no lo fuéramos. Veíamos vídeos de garrulos-macarras-leguleyos que se consideraban graciosos y defensores de “una, grande y libre” España que pasó a la historia; acusándonos a los receptores de tontos por permitir que “los no españoles” se aprovecharan de una generosidad ciega prevista en las leyes de España, aunque silenciaban los abusos de que eran objeto por parte de muchos de nuestros poderosos mangantes. Otros se interesaban en infundir el miedo entre la gente anunciando calamidades y desastres si se optara por posiciones políticas distintas a las suyas o elegir a personas que no gozan de su confianza y tildan de infames. Hoy, por desgracia, a raíz de los macabros sucesos en Cataluña, causados por unos zombis-asesinos contra gente inocente, las misivas se multiplican exponencialmente sin sentido común, con ánimo revanchista incitando a la venganza y al “ojo por ojo…”; a levantar muros de intolerancia e incomprensión sugiriendo medidas irracionales; a volver a nuestras costumbres y principios sin definir a cuáles; a conducirnos con el mismo fanatismo que los terroristas se conducen.

Son momentos de dolor, de tristeza…, pero también han de ser de fría reflexión.

Dicen que el universo es infinito, si bien, carecemos de pruebas. De lo que si tenemos certeza es de nuestra perenne estupidez. ¿Cómo se puede llegar a tal grado de barbarie y acabar con la vida, impune y aleatoriamente, de tus semejantes? ¿Qué mente, doctrina u orientación puede conducirnos a matarnos unos a otros? Sola la perversidad, la diabólica razón que todo transforma, el arrebato o un desmedido interés por algo que no acierto a comprender, llevan a cometer tales actos de locura y fanatismo.

Es, por tanto, necesario saber que ser bueno no es ser tonto y que es preferible serlo a ser un criminal. Quienes responden a la violencia, al margen de la ley, con violencia, son igualmente unos violentos. Las civilizaciones cambian de lugar en el tiempo sin que la educación y el respeto humano se asienten en ellas. Mucho camino nos queda por recorrer para ponernos de acuerdo en que la paz, la democracia y la libertad son valores a consolidar. Y es que son muy intensas las voces interesadas que nos gritan tratando de inculcarnos con miedo u otras triquiñuelas lo contrario. No caigamos en la trampa nacionalista, religiosa u otra ideológica que lo desmienta. Sigamos a aquellos que predican el amor y el perdón; a aquellos que nos consideran a todos los hombres iguales y creen que su convivencia es posible.


El terrorismo (gobernado por  anarquía, sigilo, anonimato, demencia...) no distingue entre unas personas u otras y asesina indiscriminadamente a grandes y pequeños, independiente del color que tengan, la religión que profesen o el sitio donde hayan nacido. Un país que se considere civilizado no ha de emplear iguales métodos para erradicarlo; sólo se combate, pese a quien pese, con la ley y el sistema político que nos hemos dado, la justicia, la educación y el bienestar similar para todos sus ciudadanos; por mucho que nuestro instinto animal clame represalias y el fuego discurra por nuestras venas; por mucho espíritu de rencor que nos ofrezcan con sus soflamas resabiados conocidos de nuestro alrededor e invoquen al exterminio de culturas diferentes; por mucho que todos deseemos acabar con él de un plumazo, aunque lógicamente,  deseo y razón, a veces, sean irreconciliables como sucede entre personas. 

miércoles, 16 de agosto de 2017

ARRESTOS CONTRA LA POBREZA

Cada día estoy más convencido, que si el hombre careciera de codicia y sus arrestos los empleara en estimular más su solidaridad con los demás, la humanidad no tendría problema alguno de subsistencia.

Comprendo que tal realidad está lejana, incluso que, de momento, es una utopía; sin embargo, cabe la posibilidad de, mediante controles impositivos u otras fórmulas, ir penalizando la avaricia y favoreciendo la generosidad, partiendo de la premisa fundamental de considerar al hombre y a los seres vivos, así como al medio ambiente, lo más importante de la creación.

La idea básica pasa por  lo esencialmente económico: equilibrar, en lo posible, las diferencias de rentas existentes entre las personas físicas. Las rentas, por tanto, habrán de limitarse. Unas, las altas, rebajándolas a base de impuestos, hasta una cifra determinada de antemano, y otras, las nulas o insuficientes, instaurándolas o aumentándolas respectivamente a base de ocupar a los que carecen de ellas o le son insuficientes para vivir dignamente.

Para que ello pueda llevarse a efecto (algo fácilmente comprensible) las personas jurídicas jugarán un papel primordial como agentes reguladores, sobre todo, a la hora de aplicar sus beneficios a inversiones, a impuestos, a dividendos..., pero eso es otra cuestión.

No aburriré más al lector extendiéndome sobre el tema y lo simplificaré anunciando que una decisión política  puede hacer posible que los ricos sean algo menos ricos y los pobres  menos pobres, la desigualdad se acorte y la miseria en el mundo desaparezca.

La gente deberemos obligar a nuestros dirigentes a que la política se encamine en esa dirección. Exijámosles transparencia en la gestión de nuestros dineros. No toleremos que nos digan que hacen todo lo que pueden contra la corrupción, cuando en la práctica comprobamos lo contrario. Desconfiemos de las gestionen que realizan y recabemos las rentabilidades que con las mismas se obtienen.

No me cansaré de repetir que todos, especialmente nuestros gobernantes, debemos de actuar con Transparencia, Honorabilidad, Rentabilidad para que el ejemplo cunda. Nos es de recibo que, sin ton ni son, sin explicar el motivo o la conveniencia de tener que hacerlo, suban los impuestos (en este año han subido cuatro veces más de lo que bajaron). No es justificable que permitan a las empresas arbitrar sus costos para mantener el mismo nivel de beneficios e inmoral que las eléctricas hayan subido ya, en este año, un 10% sus tarifas y los sueldos de sus dirigentes sean los más altos del planeta. Continúa siendo lamentable que haya tantos parados: gente oficialmente sin trabajo atentando contra otros trabajadores, ofreciéndose por un plato de lentejas para ganarse la vida, haciendo el caldo gordo a los autónomos y empresas, cuando la Seguridad social debería de proveerles ocupación.


Quienes mantenemos la idea que la igualdad de oportunidades sea real, la justicia igual para todos y el hambre del mundo desaparezca…, habremos de luchar por ello sin aspavientos, sin descalificaciones, sin odios, por mucho que otros nos provoquen tratando de sacarnos de nuestras casillas. Dejar morir a un ser vivo u originarlo por capricho, es un salvaje atentado contra la propia Naturaleza de la que formamos parte. Mejor que no suceda para no vernos envueltos en la displicencia de otros que piensan de manera contraria, de aquellos que sólo confían en la grandeza de la economía de mercado y en sus propios intereses.

sábado, 5 de agosto de 2017

LA VERDAD NO MATA

No sé qué bulle en la cabeza de nuestro presidente de Gobierno, señor Rajoy, pero no me equivocaría si afirmara que en ella se agita, con cierta frecuencia, el desvanecimiento, la torpeza, la sosería y la falsa idea acerca de la gente y las cosas de su tiempo.

Siempre me pareció un hombre prudente, cabal, discreto. Hoy, lamentablemente, tengo la sensación que nos engaña a todos, diciendo lo que en cada momento le interesa, que es un consumado mentiroso, tal como se comprobó testificando ante el tribunal de justicia. Esto me lleva a pensar “de los necios se hacen los discretos y que, para ser discreto, es preciso haber sido tonto”. Defenderse con la mentira tiene las patitas muy cortas y es de poco alcance, sobre todo, en este caso, ostentando un cargo público tan relevante y cuya trascendencia no es nada superficial.

El señor presidente seguro que no es tonto, pero lo disimula muy bien o se lo hace.

No se puede defender lo indefendible cuando existen grabaciones que demuestran lo contrario. Y, peor aún: tuvo una ocasión propicia para elogiar la valentía y la honradez manifestando la verdad, y la desaprovechó. Justo y necesario hubiera sido que, nuestro señor presidente, reconociera liderar un partido (populista como la mayoría de los demás) caracterizado por el choriceo desde tiempo inmemorial. Hubiera ganado credibilidad, aclarando asuntos turbios que lo rodean, y propiciado un futuro limpio y esperanzador que ahora no tiene. Continuar tapando la corrupción como si la gente fuera subnormal, nadie lo puede creer, ya que todo el mundo sabe que el dinero no se evapora por obra y gracia del espíritu santo.

Ya va siendo hora que nuestros políticos, en general, dejen de enarbolar falacias y promesas sin responsabilidad alguna y bajen al mundo real donde la contabilidad de cada familia es imprescindible para su supervivencia. Que dejen de decir cosas sin saber lo que dicen y abandonen inventarse filípicas contra los demás, arrastrados por la idea, a corto plazo, de obtener votos. “En su ignorancia y necedad, no se les alcanza que envilecen la historia de España (ya bastante deteriorada) jugándose a cara y cruz, sobre la capa del pueblo español, la democracia (tan costosa de conseguir) que no es inexpugnable”

Deseo indicarle a nuestro actual presidente, señor Rajoy, que no le dé alegría a la gente con su caída como  lo hizo Felipe González por similar latrocinio, y dimita por su propia voluntad, súbitamente, pues es inexplicable que ni él, ni ninguno de los que dirigieron y dirigen España,  no sepan, no les conste, no recuerden… cómo se financia su partido o sus campañas, de dónde proceden determinados sueldos y apuntes extracontables. La ignorancia no exime cumplir con la legalidad y ésta exige responsables.

Todavía recuerdo parte de la letra de una canción de los sesenta que decía: “Jóvenes, somos aún tan jóvenes. La verdad, queremos la verdad…”. Nunca es tarde para ello.


La gárrula multitud, el estólido vulgo, los enemigos que son muchos, los envidiosos que son más, el orgullo español que nos distingue, no son más que incongruentes especies de inventores de la calumnia, la astucia, la doblez y torpes ardides contra la prudencia y la rectitud de las que estamos desposeídos por mor de la política empleada, desde siempre, en España. Ya va siendo hora que en política se haga uso de la Honorabilidad, la Transparencia, la Rentabilidad.