sábado, 19 de agosto de 2017

OJO CON EL "OJO POR OJO..."

Desde hace tiempo, a través de las redes (Whats App, Facebook, Twiter…) alguien con encumbrado nacionalismo nos viene inundando con subliminales mensajes patrioteros añejos, baratos y fuera de contexto. Y eso no es lo peor. Algunos de ellos, subrepticiamente, tratan de sembrar entre nosotros el odio a los emigrantes como si los españoles no lo fuéramos. Veíamos vídeos de garrulos-macarras-leguleyos que se consideraban graciosos y defensores de “una, grande y libre” España que pasó a la historia; acusándonos a los receptores de tontos por permitir que “los no españoles” se aprovecharan de una generosidad ciega prevista en las leyes de España, aunque silenciaban los abusos de que eran objeto por parte de muchos de nuestros poderosos mangantes. Otros se interesaban en infundir el miedo entre la gente anunciando calamidades y desastres si se optara por posiciones políticas distintas a las suyas o elegir a personas que no gozan de su confianza y tildan de infames. Hoy, por desgracia, a raíz de los macabros sucesos en Cataluña, causados por unos zombis-asesinos contra gente inocente, las misivas se multiplican exponencialmente sin sentido común, con ánimo revanchista incitando a la venganza y al “ojo por ojo…”; a levantar muros de intolerancia e incomprensión sugiriendo medidas irracionales; a volver a nuestras costumbres y principios sin definir a cuáles; a conducirnos con el mismo fanatismo que los terroristas se conducen.

Son momentos de dolor, de tristeza…, pero también han de ser de fría reflexión.

Dicen que el universo es infinito, si bien, carecemos de pruebas. De lo que si tenemos certeza es de nuestra perenne estupidez. ¿Cómo se puede llegar a tal grado de barbarie y acabar con la vida, impune y aleatoriamente, de tus semejantes? ¿Qué mente, doctrina u orientación puede conducirnos a matarnos unos a otros? Sola la perversidad, la diabólica razón que todo transforma, el arrebato o un desmedido interés por algo que no acierto a comprender, llevan a cometer tales actos de locura y fanatismo.

Es, por tanto, necesario saber que ser bueno no es ser tonto y que es preferible serlo a ser un criminal. Quienes responden a la violencia, al margen de la ley, con violencia, son igualmente unos violentos. Las civilizaciones cambian de lugar en el tiempo sin que la educación y el respeto humano se asienten en ellas. Mucho camino nos queda por recorrer para ponernos de acuerdo en que la paz, la democracia y la libertad son valores a consolidar. Y es que son muy intensas las voces interesadas que nos gritan tratando de inculcarnos con miedo u otras triquiñuelas lo contrario. No caigamos en la trampa nacionalista, religiosa u otra ideológica que lo desmienta. Sigamos a aquellos que predican el amor y el perdón; a aquellos que nos consideran a todos los hombres iguales y creen que su convivencia es posible.


El terrorismo (gobernado por  anarquía, sigilo, anonimato, demencia...) no distingue entre unas personas u otras y asesina indiscriminadamente a grandes y pequeños, independiente del color que tengan, la religión que profesen o el sitio donde hayan nacido. Un país que se considere civilizado no ha de emplear iguales métodos para erradicarlo; sólo se combate, pese a quien pese, con la ley y el sistema político que nos hemos dado, la justicia, la educación y el bienestar similar para todos sus ciudadanos; por mucho que nuestro instinto animal clame represalias y el fuego discurra por nuestras venas; por mucho espíritu de rencor que nos ofrezcan con sus soflamas resabiados conocidos de nuestro alrededor e invoquen al exterminio de culturas diferentes; por mucho que todos deseemos acabar con él de un plumazo, aunque lógicamente,  deseo y razón, a veces, sean irreconciliables como sucede entre personas. 

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