Hoy ha entrado en la cárcel el
afamado domador de perros Gustavo, el argentino que hace varios años ganó un
concurso televisivo en Tele 5 con su mascota. El motivo por el cual el juez le
ha llevado a prisión, con carácter provisional, se debe a la denuncia de una de
sus vecinas: una mujer defensora a ultranza de los derechos de los animales y
muy amiga del condenado (que no nos ha facilitado su nombre, deseando
mantenerse en el anonimato) al considerar
que el adiestramiento infringido a su can atenta a su honor y reputación,
dañando descarada y repetitivamente sus sentimientos antifascistas.
En un principio las
manifestaciones de la denunciante se tomaron a broma entre el vecindario, sin
embargo, el asunto pasó a mayores convirtiéndose en una denuncia formal que el
juzgado admitió a trámite por apología y enaltecimiento franquista.
El animal, un pastor alemán, lo
adquirió la señora siendo un cachorro por una cantidad considerable y, pese a
su alto precio y su reconocida docilidad, se vio obligada a acudir al prestigioso
domador (que además de educador ejercía como psicólogo) para que calmara la
ansiedad que su carácter excitable le producía. Actualmente, el animal atiende
a las llamadas y órdenes de su dueña a la perfección y es sumamente pacifico,
si bien, a su juicio, la ridiculiza ante un tercero (cualesquiera que sea) cada
vez que se le manda sentar o que se quede quieto.
Sucede que el perro, obediente y atento al mandato, cumple la orden que
recibe al tiempo que levanta su pata derecha delantera imitando el saludo
fascista, recordando, no sólo a ella sino a quien lo ve, el famoso himno del
Cara al Sol. Es más, lo entona y tatarea con rudos sonidos, cosa que hizo
delante de su señoría cuando fue llevado ante él, por lo que a su ilustrísima no
le quedó otra opción que la de incriminar a su domesticador y castigarle con la
pena indicada, ante la impotencia de éste a no poder deshacer el habito inculcado.
La querellante no satisfecha con
la decisión judicial, interpuso recurso exigiendo la reparación real a su
problema, obteniendo por toda respuesta y única solución que matando al perro
se acaba la rabia. “Está claro que en este país se va al son que marcan los
curas, dando sólo satisfacción a los sentimientos xenófobos que atentan contra
la libertad”, dijo la interesada.
El juez, salomónicamente,
excarceló al argentino Gustavo para que arreglara el entuerto ocasionado,
aunque para eso precisara sacrificar al pastor alemán. Optó el magistrado, por tal fallo, pensando que la señora renunciaría a
tan horrible crimen. Pero no. La señora prefirió el asesinato antes que su
perro se convirtiera en cantautor del Cara al Sol; así que Gustavo, el domador,
remedió su muerte implantando en la testa del can un chip con la marcha de la
Internacional que se activaba cada vez que era acariciado. Y eso gustó a la
vecina, pero no así a la fiscalía que ordenó la inmediata detención del perro
alegando que “incita al odio y origina
sentimientos encontrados que pueden prodigarse y desencadenar revueltas sin
control”.
Las emociones no son más que energía del cuerpo en movimiento a la
que no se ha de temer. Se provocan por burlas, escarmientos, afrentas u otros sentimientos
de animales incivilizados, susceptibles de inmovilizar. De tal suerte, y de la
misma forma que las sentencias judiciales, sin atajar las historias que separan
a la gente, culpan al débil, al irresponsable, al que pasaba por allí, se
prohibió el Cara al sol y la Internacional, condenando
al perro a vivir encerrado en una perrera de por vida en desgracia de cuantos
aman a los animales libres de nacionalismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario