martes, 20 de marzo de 2018

NOTICIAS NO HIPOTÉTICAS


La sanidad pública en Toledo capital, la sanidad de todos, funciona de pena.

Listas de espera interminables. Consultas abarrotadas, voces, carreras, agobios. El caos es lo normal. Los funcionarios estresados con tan excesiva carga, rayados, la mayor parte de las veces,  olvidan modales y educación.

Por regla general, en especialidades no atienden los teléfonos para nada, ni siquiera para dar citas como está previsto y se anuncia. En algunas, ni yendo en persona, las dan. Suponemos que temen la queja del paciente, su oposición, su comentario... Pero no. Sin avergonzarse ni ponerse coloraos, les oiremos decir que enviarán una carta indicándola. Carta que, al cabo de un tiempo (incapaces de prever) se recibirá en casa haciendo saber: lugar, fecha y hora para que la persona se presente. ¡Ah! ¡Pero sólo para determinar la cita definitiva!

Sí. Lo ha leído bien. Entonces, pasados seis meses o Dios sabe cuándo, podrá poner reparos al día u hora, que acordarán. Llegada la cita le verá el mismo o un nuevo especialista que informará lo que tiene, recetará o prescribirá rehabilitación, cura, intervención, etc., en cuyo caso, tendrá que volver a recorrer los pasos antes andados, por un camino lleno de minas,  contratiempos y burocracia exentas de responsabilidad, para conseguir, finalmente, nueva cita  siguiendo la mencionada hériga hospitalaria toledana: Impotencia. Mal humor. Continuar el peregrinaje por el desorden y el barullo. Perder los nervios, dar un portazo y mandar a los no culpables a hacer puñetas. Marcharse a casa a ver si los dolores remiten, la muerte llega y deja de penar con tan estériles esperas. Acudir a la medicina privada u otras alternativas que le calmen y le saquen los cuartos.

Es una lucha exagerada y desconocida entre un ambiente de amabilidad enrarecido que origina sudores, malas viles y dolores de cabeza, que la gente elude saturando las urgencias y los sanitarios ahuyentando a los enfermos. Éstos van a un centro privado, aseguradora o curandero si tienen posibles y aguantan si carecen de ellos o acuden a un barato, tratando de paliar sus achaques de no haber muerto antes. En cualquier caso, unos y otros, aligeran las listas de espera beneficiando a la seguridad social para que algún responsable lo anuncie a bombo y platillo y lo celebre descorchando una botella de cava. Mientras tanto, sin demora, se pagan los impuestos, que no esperan, y sus recargos crujen con saña, para que, entre otras cosas, cobren puntualmente los que tan primorosamente gestionan la sanidad jugando con la salud de la gente. Gente que, como no tiene otra cosa que hacer, se entretiene en consultas y pasillos de hospitales, criticar la sanidad y poner verde  a  políticos y mangantes.

Obsérvese que a los responsables (políticos, gobernantes, dirigentes…) les importa un bledo lo que pasa, ya que no guardan listas de espera y carecen de tales problemas; eso sí, reciben, (y lo saben) una sarta de maldiciones de los que únicamente les queda la esperanza de aguardar su bocao, que nunca llega o, la mayor parte de las veces, olvidan. Así que, desde estas líneas, sugiero a todos los votantes que anoten ya, el día de las próximas elecciones y el nombre del partido político, responsable de cuanto antecede en su comunidad, para que claven su dentellá  no votándolo y advirtiendo de su pésima gestión. Remediará, al menos en parte, la injusticia que emplean con la salud de sus enfermos. Téngalo en cuenta, que no es poco, y no crean en las promesas que hagan, ya que desatienden lo más esencial para la vida: la salud.

Por cierto, yo ya lo hice y lo anoté. ¡Qué los que mandan en CCLM esperen sentados mi voto!

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